La relación entre el tabaco y la piel ha sido ampliamente estudiada y documentada en la literatura científica. Tras la radiación solar y la contaminación, el tabaco es el factor que más daños provoca tanto en la salud como en el aspecto de la piel. Los signos del envejecimiento se acentúan en las personas fumadoras.
El tabaco, nocivo a todos los niveles
El tabaco ha sido objeto de estudio en numerosas ocasiones en relación con los efectos que provoca en la salud del fumador. Dentro del tabaco se cuentan más de 4.000 tóxicos químicos. Entre ellos, unos 300 tienen potencial cancerígeno. El sistema respiratorio y el sistema cardiovascular son, sin duda, los grandes damnificados por esta práctica, pero la piel también sufre sus duros reveses.
Entre las consecuencias del tabaco en la piel no solo se cuentan las enfermedades, sino también el envejecimiento prematuro tanto de la piel como del cabello: aparición de arrugas, piel seca, grisácea y sin brillo, pérdida de flexibilidad, cabello reseco, quebradizo y más poroso.
Los estragos del tabaco en la piel
La relación perjudicial entre el tabaco y la piel ha sido evidenciada a través de distintos estudios epidemiológicos. El humo de los cigarrillos altera los procesos biológicos de la piel e induce la producción/activación de ciertas enzimas y el aumento del estrés oxidativo, uno de los procesos responsables del envejecimiento.
Estas son algunas de las consecuencias directas del tabaco en la piel:
- El tabaco incrementa los radicales libres. Estos elementos químicos impactan en las células cutáneas y sus estructuras. Algunas de sus consecuencias son la mayor incidencia de ciertas enfermedades, la alteración de los tejidos cutáneos y el envejecimiento prematuro.
- La circulación sanguínea se ve afectada por el tabaco: el monóxido de carbono que contiene el humo merma la capacidad de la sangre de transportar el oxígeno hacia los tejidos. Los problemas de circulación dificultan la llegada de oxígeno y nutrientes a la piel, produciendo daños irreparables.
- La capacidad de cicatrización de la piel empeora debido, entre otras cosas, a la disminución de la oxigenación en los tejidos y en la piel.
- Los fumadores sufren hasta dos veces más el cáncer de tipo no melanoma que los no fumadores. Además, la tendencia a sufrir otros tipos de cáncer como el de lengua, labio, o paladar también se incrementa.
El tabaco y el envejecimiento
Los signos del envejecimiento se hacen más patentes a partir de los 35 años, y están condicionados por la cantidad de cigarrillos consumidos. Los estudios sobre gemelos muestran como un hábito tabáquico de 10 años genera una aceleración del envejecimiento de 2,5 años.
Los signos de la edad más importantes son:
- Aparición de arrugas prematuras. Estas se concentran principalmente alrededor de la boca y de los ojos. Además, presentan diferencias con las arrugas de los no fumadores: son más estrechas, profundas y marcadas.
- Piel más seca y apagada. El humo del cigarro afecta al aspecto de la piel desde dentro y desde fuera. Desde dentro, y debido a la deficiente circulación la piel se torna grisácea, y es frecuente que aparezcan bolsas y ojeras. En el exterior, el humo del tabaco reseca la piel y hace que pierda luminosidad.
Estos efectos se producen tanto en los fumadores activos como en los pasivos, ya que al exponerse a un ambiente tabáquico, el humo genera un aumento de los radicales libres.
Radiación solar y contaminación, un binomio muy perjudicial
La exposición al tabaco debe considerarse asociada a todos factores del exposoma. Su efecto se evidencia principalmente en el rostro. Debemos tener en cuenta que junto con el tabaco, el rostro está continuamente expuesto a la radiación solar (el mayor enemigo de la piel) y a la contaminación ambiental, lo que hace que el efecto del tabaco se vea agravado.
Además, será necesario tener en cuenta los hábitos de vida, como el consumo de alcohol, dieta, descanso o estrés, que tienen también incidencia en los efectos del tabaco en la piel.
Conocer todos los factores es clave, ya que no actúan de forma aislada, sino que se interrelacionan entre ellos y sus efectos se suman, teniendo en cuenta que tienen acciones sinérgicas. Tanto es así, que se calcula que tan solo el 20% del envejecimiento viene provocado por la predisposición genética, mientras que el 80% restante responde a los efectos del exposoma.
De todo lo anterior podemos extraer lo siguiente: queda más que demostrado que el tabaco es un enemigo claro de la piel.