El acné aparece cuando los folículos pilosos de la dermis se obstruyen con suciedad y grasa. La reacción de la piel ante estos agentes es producir comedones, puntos negros o espinillas, así como granitos.
Aunque un brote de acné remite por sí solo, es un proceso demasiado lento que puede encadenarse con un segundo brote. Ante la desesperación, muchas personas recurren a explotar los granitos o intentar sacar las espinillas; las consecuencias no son buenas, pues es posible que queden manchas, marcas y cicatrices después de un brote de granos en la cara.
El acné no conoce edades. Es muy habitual en la adolescencia, pero puede prolongarse hasta la edad adulta. Las mujeres pueden ser víctimas de un brote de acné por los cambios hormonales asociados a la menstruación, el embarazo e incluso, la menopausia.
Además, las mujeres de piel grasa o mixta también son más propensas a un brote de acné en la barbilla, frente y pómulos. Esto ocurre porque este tipo de pieles produce exceso de grasa en las glándulas sebáceas; cuando esto ocurre, los poros de la piel se obstruyen y es más fácil la acumulación de bacterias que dan paso a los granitos.
El acné también puede aparecer por ciertos factores medioambientales, como una exposición prolongada al sol y sin protección adecuada. Al sol se añaden otros agentes como las partículas de contaminación, el polvo, el viento y hasta el humo del tabaco.
Es importante destacar que no llevar una rutina de belleza adecuada y el uso de algunos productos, limpiadores y maquillaje de baja calidad pueden ocasionar acné o agravar los síntomas. Si a esto se le suman acciones involuntarias como tocarse la cara en exceso, entonces es seguro que el brote de acné aparezca o vaya a más.
Otras causas del acné pueden ser el estrés y la ansiedad, pues durante una etapa de mucho estrés el cuerpo produce mayores cantidades de cortisol. La toma de algunos medicamentos también producen brotes de acné.